Diversa informaciones, algunas encontradas, se han recabado acerca de este artista, incluyendo discrepancias históricas que aparecen en sus propios escritos autobiográficos. Hay ciertos mitos sobre él que se suponen más ciertos que la verdad misma. Y Diego, el contador de historias fascinantes, sostiene la mitología de su agitada vida.
Diego Rivera no era un mortal común hablando en términos de tamaño físico, imaginación, creatividad y, sobre todo de talento. Estaba predestinado a crear su propia leyenda como para que la gente supiera en qué forma él pretendía vivir, pensar y pintar. Las que consideraba como sus tres habilidades más importantes….con el agregado de “a lo grande”.
Vivió a lo grande. Soñó a lo grande y pinto a lo grande!
Self Portrait
La primera mirada sobre el mito de la vida de Diego comienza con el tema de su nombre de nacimiento. El y su hermano mellizo, José Carlos María Barrientos Rivera, nacieron el 8 de diciembre de 1886. Sus padres los bautizaron como José Diego Rivera pero él siempre insistió en que su nombre completo era Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barriento Acosta y Rodríguez. Su mellizo murió dieciocho meses más tarde. Parecería que aquí comienza la leyenda.
Diego nació en Guanajuato, México, ciudad con una antigua mina de plata, fundada en 1559. La ciudad se construyó sobre las laderas de la Sierra Madre y la traducción del nombre de la ciudad significa “colina de las ranas” . Quizás éste sea el motivo por el que la rana fue su símbolo de una firma personalizada en muchas de las pinturas de Diego cuando era niño, como la que puede verse saltando del bolsillo de su chaqueta en su última gran obra, Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central , Museo Mural Diego Rivera, ciudad de México.
Diego comenzó a dibujar a la edad de tres años, o como dijo de sí mismo, “Tan pronto como pude tomar el lápiz con mis dedos cortos y regordetes, hacía dibujos sobre todo lo que estaba a mi alcance. Para que yo no destruyera toda la casa, mi padre ponía telas en el piso y en las paredes de mi cuarto, y así yo no paraba de dibujar”. Comenzó a leer a los cuatro años y tenía una verdadera curiosidad acerca del mecanismo de todo aparato que cayera en sus manos, tratando siempre de desarmarlo y volverlo a armar.
Su padre, Diego Rivera, era un criollo, persona nacida en México pero descendiente de europeos. Su familia pertenecía a la rica aristocracia de comienzos del siglo XVIII de Guanajuato pero para el tiempo en que nació Diego, la plata (el metal) se había acabado y ellos llevaban un estilo de vida austero aunque distinguido. Sin embargo, su padre que tenía una biblioteca aceptable, era maestro en el momento en que nació Diego y más tarde sería un empleado en puestos administrativos del gobierno de la ciudad de México
Diego Rivera padre era de tendencia liberal y masón secular. Conocía bien la pobreza rural, que había dejado a más del 85% de los mexicanos en el analfabetismo, y esto le preocupaba.
Diego pasaba gran parte de su tiempo con su padre y los sentimientos compartidos de esta relación fueron el medio donde se originó la enorme compasión de Rivera por las masas empobrecidas de indios mexicanos. Más adelante, en todo su arte mexicano, los retrataría con dignidad y gracia. Los honraba como descendientes de los poderosos mayas y aztecas.
Su madre, María del Pilar Barrientos, era mestiza, en parte europea y en parte india. Una devota católica como el noventa y cinco por ciento de los mexicanos lo era en aquellos tiempos. Su familia era considerada de una respetable clase media. Ella también era una de las pocas mujeres mestizas que habían recibido una educación por lo que pudo asistir luego a la escuela de obstetricia y trabajar como partera. Diego diría que su familia era muy pobre y que su madre no podía leer ni escribir. Probablemente ésta fue una historia para crear una imagen de “pobre niño desfavorecido, que lucha heroicamente, destinado a conquistar el mundo”.
Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, 1947-1948
Detalle de Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, 1947-1948
Diego de ni o con una rana en su bolsillo
En realidad, fue muy mimado, abandonó las tres escuelas elegida por sus padres y solicitó que lo inscribieran en la Academia de Bellas Artes de San Carlos a las edad de diez años. Comenzó en la mejor escuela de arte de adultos de México como un niño con ojos de rana, gordo y de pantalones cortos, con todas las cositas que les gusta llevar a los niños saliendo de sus bolsillos. Terminó seis años más tarde, graduándose como el mejor de su clase, y destinado a convertirse en el artista mundial más renombrado de San Carlos. Éste material forma parte de su leyenda y es todo cierto.. La única verdad consistente en su vida es la maestría artística de Diego.
El dibujo rígido y tradicional de la perspectiva de San Carlos haría de Diego el mejor artesano entre sus pares del siglo XX. Lo conduce al éxito del tromp loeil en sus trabajos murales. La habilidad de su dibujo lineal puro va más allá de lo que parecen simples pinturas artísticas folclóricas. Fue instruido de manera estricta en la Sección Dorada, la antigua teoría seudo-científica referente a reglas matemáticas de la proporción. En el futuro, la adhesión de Rivera a estas reglas en el arte, distinguirían su trabajo de los artistas post-impresionistas. Diego debe mucho de sus logros a un riguroso entrenamiento racional recibido durante sus seis años en la academia.
Boceto de cabeza de mujer, 1898 hecho a la edad de 12 años en la escuela
La confecci n de un fresco, un trompe l'oeil dentro de otro trompe l'oeil, Instituto de Arte de San Francisco 1931
La sabiduría de mayor consecuencia lograda en San Carlos, y que marcaría para siempre sus obras de arte, era el conocimiento de la grandeza de las civilizaciones indias antes de la conquista, que vivíeron y dirigieron México por siglos antes de que Cortes pusiera su pie en esa tierra. Rivera pintó mucho arte de caballete para pagar su colección de arte precolombino. Cuando hizo sus últimas pinturas, hacía seis trabajos al mismo tiempo, alegando que era una habilidad que había aprendido mirando la producción en masa de las líneas de ensamblado de Detroit.
Desnudo con calas 1944
Paisanos 1947
El vendedor de flores 1942
Luego de graduarse en la primavera de 1906, Diego se propone dirigirse a Europa para estudiar a los Grandes Maestros de la pintura y para meterse en la avanzada de los artistas europeos de esos días. A través de contactos de sus padres, pero no por su filiación política, Rivera padre pudo conseguirle a su hijo una beca del gobierno del dictador Porfirio Diaz que estaba en el poder en ese tiempo.
Diego eligió no ir directamente a Paris, como lo hacían la mayoría de los emigrados, sino a España llegando allí el 6 de enero de 1907. Permanecería en ese país para estudiar y pintar durante los próximos dos años. Estaba tan absorbido por las pinturas de Goya que su propio estilo en ese momento comenzó a emular a ese gran artista español. El otro renombrado artista que estudió intensamente fue El Greco.
Todo lo que captó de los Grandes Maestros en España, se podrá observar luego en los grandes murales de Rivera. En su propia vida, los términos Mural y Diego Rivera serían sinónimos. La semilla del éxito de sus murales majestuosos se habría plantado sin duda en el suelo español.
Mientras vivió en España y recorriendo su campiña, fue prolífico como siempre lo sería, pintando, ganándose la vida y enviando sus telas a su casa para favorecer su patronazgo mexicano. Sus pinturas muy logradas como Piedras Antiguas y Flores Nuevas muestran la habilidad de su talento, aunque mas tarde, Diego consideró a sus piezas españolas como lo peor de su vida, a lo sumo, agradables desde el punto de vista pictórico.
Ansiaba una revolución en su arte y sintió que sólo podría lograrla yendo a Paris, por lo tanto en la primavera de 1909 se dirige al norte. Se instaló en el enclave bohemio conocido como Montparnasse que, en esos días, estaba lleno de artistas “rebeldes”. Diego pasó horas interminables en los cafés, haciendo bocetos y comentando sobre “Arte Verdadero” con sus compañeros de afición, que habían llegado de todas partes del mundo para intercambiar el arte del mundo.
Durante ese año usó gran parte de su tiempo estudiando en el Museo de Arte del Louvre e ingresó sus trabajos en los académicos Salones franceses pero éstos apenas los tuvieron en cuenta. Conoció y se enamoró de una joven artista rusa, Angeline Beloff. Se habló seriamente de casamiento, por cierto más por parte de la perspectiva de ella que de él mismo. Pero la revolución se estaba gestando en México y el sintió que tenía que volver para asegurarse la continuidad del soporte de su beca. Casi podríamos sentir el suspiro de alivio de Diego mientras escapaba cruzando el ancho océano.
La casa sobre el punte, 1909
Retrato de Angeline Beloff 1909
De vuelta en casa en 1910, la Revolución Mexicana ya se había instalado pero Rivera no la tuvo muy en cuenta. Estaba demasiado ocupado en preparar su primera exhibición como único expositor que fue urdida por el Presidente Díaz con el sólo propósito de hacer propaganda de su corrupto régimen. Años después, Diego dijo que él mismo defendió personalmente los derechos de las pobres masas sufrientes, pero no hay evidencia que confirme este reclamo o su más increíble reclamo de haber tomado las armas y peleado con el heroico guerrillero Emiliano Zapata. Diego hizo una exhibición financieramente muy exitosa y volvió a Paris para no participar de la lucha, lejos de sus compatriotas.
Mas tarde pintaría a los grandes revolucionarios en su gran arte revolucionario. Pero, ¿era Diego Rivera un revolucionario?
Nunca lo fue. Éste fue sólo uno de sus más grandes mitos.
Notre Dame de Paris 1909
Nia bretona 1920
Diego regresó a Paris a mediados de 1910 y permaneció allí hasta 1920. Al menos esta vez su trabajo comenzó a experimentar importantes cambios. En 1913 estaba totalmente inmerso en el cubismo. Pablo Picasso, el inventor del cubismo, fue hacia Rivera, no al revés, como la mayoría de la gente supondría. Picasso reconoció el entendimiento innato de Rivera sobre las teorías cubistas en las telas que Diego estaba realizando en ese período. Se hicieron muy amigos y trabajaron juntos por más de cuatro años. Las reglas matemáticas que Rivera había aprendido en la Academia San Carlos lo transformaron en uno de los mas grandes cubistas reconocidos mundialmente. Mientras crecía la fama de Diego como artista, también subía su ego. Se volvió un fanfarrón intolerable, propalando historias cada vez más fantásticas acerca de su canibalismo y de sus hazañas heroicas en el lejano México.
“Diego era un hombre de emociones” diría el famoso escritor ruso Ehrenburg en sus memorias, “y si a veces Rivera llevaba al absurdo los principios que proclamaba, era sólo porque el motor era poderoso y no tenía frenos”.
Rivera, con sentimientos heridos, acusó a Picasso de robar sus propias invencioines cubistas y en el año 1917 abandonó el cubismo para siempre. Dijo que lo encontraba demasiado restrictivo como para lograr una libre expresión. Pintó piezas cubistas extraordinarias tales como su más notable pieza maestra, Paisaje Zapatista (La Guerrilla)
Paisaje Zapatista 1915
Durante sus años en Europa, se movió entre España y Paris y Angeline se convirtió en su pareja de hecho con la que tiene un hijo, Diego, que nace en agosto de 1916, y que muere catorce meses después de gripe, mientras vivía sólo con su madre Angeline, sin alimentación ni medicinas adecuadas. Parece que Diego se había juntado con otra artista rusa emigrada, Vorobieff-Stebelska, apodada Marvena, mientras Angeline estaba en el hospital dando a luz.
Como si ésto no fuera poco insulto para la pobre Angeline, la nueva mujer también le dio una niña a Diego, Marika, pero él nunca la reconoció. Volvió luego a Angeline, aunque éste fue un gesto vano de su parte. Durante su caos de vida personal, la pintura de Diego dio otro vuelco y volvió a una forma de pintura más natural con su descubrimiento de Cezanne y Rousseau.
El Matem tico 1918
Retrato de Jean Cocteau 1918
En 1921, Diego estaba ya cansado de Paris y de Angeline. Deseaba volver a su casa. La revolución mexicana había terminado y Alvaro Obregón, el general de los victoriosos fue electo presidente de México
Aparecieron nuevos programas educacionales con el gobierno recién nacido. Rivera, junto a otros artistas mejicanos conocidos, fue invitado a pintar grandes murales en todo México, con el gran propósito de unir a toda la ciudadanía multirracial en un país unificado. México estaba dispuesto a no sufrir nunca más del complejo de inferioridad de nación colonizada.
Antes de partir hacia México, Diego hizo una gira por Italia para aprender todo lo que pudo sobre frescos. La gira italiana fue una buena inversión de su tiempo porque el próximo disparo a escucharse en México no sereía por una Revolución política. Sería una Revolución del arte. El tiro que se oiría marcaría el principio de la gran carrera muralista y Diego estaba listo en ese momento para encabezar el grupo.
Cuando Diego llegó a su casa en junio de 1921, se estaban abriendo miles de escuelas nuevas, se distribuían millones de libros y la tasa de analfabetismo caería al treinta por ciento en cuatro años. Este nuevo gobierno liberal de espíritu libre, sin embargo, necesitaba un medio más efectivo que los libros para vender la historia de Nueva Nación Gloriosa. A pesar de todas las victorias de la guerilla, todavía una vasta mayoría de la población étnica no podía leer ni escribir.
Entra entonces en la historia mexicana un hombre con el nombre de José Vasconcelos, el recién nombrado Ministro de Educación. Es un visionario, como ninguno antes en este país. A comienzos del siglo XX, la cinematografía era todavía un fenómeno en el horizonte de los descubrimientos pero Vasconcelos tenía visión futurista como para darse cuenta que “una pintura es mejor que mil palabras”. Diego Rivera se empeña en convertirse en su mejor amigo. El resto es historia, si miramos hacia atrás sabremos entonces por qué nació el gran Renacimiento del Muralismo de México.
El primer mural público de Rivera fue la Creación, pintada en dos etapas.
Es necesario para todo aquél que quiera conocer su arte, observar de cerca este mural. No es el mejor de todos sus murales, ni mucho menos, pero más que ningún otro trabajo revela un cambio notable en su imaginería visual. Los costados y la parte de arriba del arco se pintaron primero, en base a un tema universal de vida, proporcionado por Vasconcelos. Diego no estaba feliz con esto, aunque nunca habría de admitirlo.
Hizo un alto en su pintura para viajar la selva de Yucatán. La belleza elemental de la naturaleza que experimentó allí lo cautivó. Salió de esa jungla con un par de ojos que difícilmente podrían percibir nuevamente imágenes en una tercera dimensión real. Regresó entonces para pintar el nicho central del mural.
El limitado espacio de esta biografía no nos permitirá hablar acerca de todos los elementos artísticos que intervinieron en esta increíble transformación. Sólo tienen que observarla e inmediatamente pensarán que fueron dos los artistas que pintaron este muro.
La Ceacin 1922-1923
Entrando a las minas, 1923, Escenas del ciclo del Ministerio de Educacin
Diego Rivera se transformó en el Rey de la iconografía mejicana y merecía tal apodo. Todos observaban y estudiaban a Diego mientras él se hacía más diestro en este arte antiguo e inteligentemente inventó muchas de sus propias técnicas para que la pintura se comportara sobre las paredes de la manera que el quería.
Actualmente uno podría cansarse tratando de ver los miles de pies cuadrados de magnífica imaginería que él pintaba incansablemente a lo largo de su amado país. Ahora les mostramos un mural que le llevó cuatro años terminar y que es reconocido mundialmente como su mejor mural mexicano. Desde una mirada del siglo XXI, es difícil imaginar que algún artista tuviera la resistencia necesaria para lograr tal hazaña. Sus ciento veinte paneles del Ministerio de Educción representan la historia de todos los centroamericanos y europeos luchando por construir un futuro utópico, reunidos en una nueva imagen heroica en El Gran México.
La Hoguera de los Judas, 1923-1924, Escenas del Ciclo del Ministerio de Educcin
Viernes de Lamentos en el Canal de Santa Anita, 1923-1924, Escenas del Ciclo del Ministerio de Educacin
Danza del Lazo, 1923-1924, Escenas del Ciclo del Ministerio de Educacin
Da de Fiesta de la Ciuad Muerta, 1923-1924, Escenas del Ciclo del Ministerior de Educacin
El Mundo Azteca, 1929, Palacio Nacional
Desde la Conquista hasta 1930, 1929-1930, Palacio Nacional
Mientras Diego devenía en un famoso artista internacional, su vida social y política se hacía tan colorida como su vida profesional.
Diego Rivera era un marxista idealista, como muchos jóvenes intelectuales de principios del siglo XX, por lo tanto era natural que escogiera amistades que compartieran sus creencias. La revolución bolchevique rusa de 1917 llevó el marxismo al comunismo, por lo tanto a finales de 1922 Diego se unió formalmente al Partido Comunista mexicano. Su primera esposa con la que se casó en 1923 también era comunista y le fue presentada por otra comunista amiga de él.
Guadalupe Marin, apodada Lupe, compartía con Diego algo más que sus ideas políticas. Era una exótica belleza poseída de emociones salvajes. Lamentablemente sus celos por Diego fueron más de lo que su apasionada naturaleza podía soportar. En más de una ocasión, destrozó sus dibujos en un ataque de ira cuando Diego miraba a otras mujeres. Al comienzo, sin duda Diego provocaba a Lupe para su propio entretenimiento. Incluso estaba celosa de su amor por la escultura precolombina, en un momento de mayor tensión, tomó una estatua premiada y se la lanzó en la sopa. A medida que avanzaba el tiempo, sin embargo, él se cansó y más tarde dijo, “Lupe era un hermoso animal espiritual, pero sus celos y su sentimiento posesivo hicieron que nuestra vida en común llegara a una intensidad agotadora y desgastante.
Tuvieron dos hijas, Lupe nacida en 1934 y Ruth, nacida en 1926.
En los años veinte su casa fue el punto de reunión de todos los liberales jóvenes de la ciudad de México. Pasaban largas noches planeado la importación de la ideología marxista-leninista en México. Estos jóvenes intelectuales, muchos de los cuales habían peleado en la guerra, sentían que la revolución mexicana no tenía la ideología que se necesitaba tan urgentemente para crear una nación de igualdad y justicia. Ellos, como muchos jóvenes intelectuales comunistas de los Estados Unidos, daban crédito a la propaganda lanzada al mundo por la Unión Soviética. En realidad creían que los escritores y los artistas vivían y trabajaban en una utopía socialista de prosperidad. Como era el mayor y tenía conocimiento de Rusia, fue elegido para formar parte del Comité Ejecutivo del Partido Comunista. En realidad, nunca tuvo tiempo de contribuir a la causa más que como un figura decorativa en los desfiles, el rol que más le gustaba representar. Su arte era siempre su único maestro.
La tercera recompensa luego de la fama y el dinero para un hombre como Diego Rivera fueron las mujeres hermosas. Fue comisionado para pintar un mural de desnudos en Chapingo para el cuál usó no sólo a Lupe como modelo sino también a Tina Modotti, una elegante italiana con una actitud de avanzada tendiendo hacia promiscuidad sexual. Diego nunca había hecho desnudos de sus mujeres pero después de Chapingo sus retratos de mujeres, aún vestidas, aparecerían siempre como voluptuosos. Cuando Lupe se vió pintada en el mural embarazada de nueve meses y vió a Tina pintada como una belleza seductora, supo que había sido traicionada, tanto personal como artísticamente. Cuando Lupe trató de ponerle freno a Diego, él ya estaba maquinando sobre cómo escapar.
Dada su fama internacional como artista comunista, Rivera fue invitado en 1927 a participar del décimo aniversario de la Revolución de Octubre de la Unión Soviética. Diego vio esta ocasión como su oportunidad para hacer una segunda escapada a través del ancho océano, sólo que esta vez sería hacia el este en lugar de hacia el oeste. El matrimonio con Lupe llegaba a su fin.
Rivera pasó ocho meses en Rusia aparentemente ignorante del temor del poder comunista. Hizo bosquejos de más de trescientos dibujos del desfile de los trabajadores en el Día del Trabajo. Sus acuarelas estaban llenas de un sentimiento de alegría desenfrenada, dejando de lado la realidad de la insistencia estalinista en sus ideales marxistas. Trató de pintar murales pero fue impedido por la insistencia de sus camaradas asistentes que le informaron que los temas debían ser decididos por el Comité. Esto debe de haber puesto una bandera roja en su cara, tan grande como las que había pintado durante todas las marchas proletarias. Entonces perdió el apoyo de Stalin y en la oscura noche del 2 de mayo de 1928 el comisario de educación le advirtió que tendría que dejar el país inmediatamente si no quería ser arrestado. Cosa que hizo rápidamente sin siquiera decir adiós a su amada.
El trabajo mural de Diego cambió después de Moscú. Culpó a Stalin de las atrocidades cometidas en la Unión Soviética, sin atribuir el fracaso a la ideología marxista-leninista. Nunca reconoció la brutalidad de Lenin a comienzos de la guerra. Estaba tan lejos, viviendo en un mundo más grande del que vivíría después. Tal vez, Rusia no estaba lo suficientemente cerca para que el pudiera apreciarla, para creer en ella. Pero su arte no miente. Es como si él hubiera apagado la luz en sus cuadros. La continuación de su arte de propaganda comunista estaba increíblemente muerto. Rivera estaba blindado para siempre a las horribles realidades de las prácticas comunistas. Pero se rehusaba a no creer que los ideales marxistas todavía podían, sin embargo, salvar la revolución mexicana de la traición de corrupción de su propia gente.
¿Era Diego Rivera realmente un comunista? Pongámoslo así: Si Stalin hubiera sido mexicano, Rivera no hubiera sido comunista.
Diego regresó a México en junio de 1928 y volvió a pintar sus murales en el Ministerio de Educación. Libre de ataduras matrimoniales, se lanzó a los clubes sociales y tuvo muchas citas. Una tarde conoció una joven que era muy diferente de las que había conocido antes. Era joven, un poco diablilla, pero inteligente, con el tipo de belleza que viene de adentro. Su nombre era Frida Kahlo. Diego se enganchó. Pasarían el resto de su vida juntos. Esto no significaba que no continuaría teniendo relaciones con mujeres hermosas. Ella lo dejó muchas veces, vivió separada, se divorció una vez y se casó dos veces con él. Finalmente Frida se dio cuenta que una mujer no era suficiente para un hombre como Diego. Ella había tenido polio de niña y luego, en su adolescencia, quedó paralítica por un accidente de coche en la calle. Pasó su vida atada a aparatos. Una mujer que podía soportar este tipo de pena, sabía cómo manejar la herida de un corazón roto. Fue una gran pintora. Diego respetaba su arte tanto como apreciaba su amor.
A finales de 1929, el mundo se había dado vuelta. Con la crisis de Wall Street, las economías de los países capitalistas colapsaron en todo el mundo. Marx siempre había advertido que el socialismo nacería y crecería con más fuerza dentro de una nación de alto desarrollo industrial. Durante siglos, ha habido desequilibrios entre la requeza y el bienestar de los menos versus la pobreza y el malestar de las masas. Marx especulaba con que en una nación desarrollada, construida sobre los principios de igualdad, esta dolorosa contradicción aparecería finalmente tan claramente expuesta que llevaría a los ciudadanos al desarrollo de una utopía socialista.
Diego suponía que Estados Unidos sería el país donde estos sueños idealistas se harían realidad. Y quería ser parte de este gran evento mundial. En medio de una gran controversia, en 1930, Rivera, un muy ruidoso proponente del comunismo, fue invitado a pintar un gran mural en uno de los bastiones del capitalismo norteamericano, el nuevo Restaurante de la Bolsa de Valores de San Francisco. Diego y Frida viajaron a California, donde pintó California, basándose en la leyenda de Califia, la reina amazona negra, asociada con la mítica “Isla de California”. Diego la metamorfoseó como Madre Tierra, una diosa de la abundancia con sus manos gigantes recogiendo la riqueza del estado de California. Este mural es, sin duda, la más pieza más espléndida de arte que jamás haya producido. Estados Unidos se enamoró de él.
De junio a octubre, Diego regresa a México para continuar trabajando en los murales del Palacio Nacional, pero lo más importante es la preparación de una muestra para el Museo de Arte de la ciudad de Nueva York. Fue la segunda persona invitado para hacer una muestra individual en este museo. Matisse había sido el primero. El 13 de noviembre de 1931, Diego y Frida fueron a Nueva York en el vapor Morro Castle. Diego se asombró con las modernas maravillas arquitectónicas de los rascacielos de Nueva York. Después de ver California, casi inmune a la depresión, estaba horrorizado ante la desesperación que vio en los rostros de hombres, mujeres y niños que hacían largas colas para recibir alimentos en la ciudad de Nueva York.
Su muestra en el MOMA se inauguró el 23 de diciembre de 1931, y fue un gran éxito. En un mes más de cincuenta y siete mil visitantes acudieron a ver su arte. Hubo una respuesta aún más popular que con Matisse. Diego amaba la magnificencia industrial de Estados Unidos por lo que pasó los próximos diez años homenajeándola con su pintura. Se hizo enseguida popular entre los poderosos industriales de Estados Unidos, por lo que el hijo de Henry Ford, Edsel, le solicitó que pintara un mural en paneles para el Instituto de Arte de Detroit que es el hoy famoso Producción y Manufactura del Motor y la Transmisión de la Industria de Detroit. La muestra se inauguró en marzo de 1933 y resultó ser un verdadero triunfo.
Detalle de La Industria en Detroit o el Hombre y la Mquina 1932-1933
Después de la inauguración de los murales de Detroit, Diego y Frida se fueron a la ciudad de Nueva York. Diego había recibido el encargo de pintar un mural en el edificio de la RCA en el prestigioso Rockefeller Center, el que comenzó en marzo 7 de 1933. El nombre elegido por los arquitectos de este complejo fue Hombre en Encrucijada mirando con Esperanza y Gran Expectativa la Elección de un Futuro Nuevo y Mejor. Esta tarea titánica podría haber generado el rechazo de muchos artistas, pero no de Rivera, el gran muralista. Diego presentó bosquejos detalladoss y éstos fueron aprobados por el comité del edificio. Rivera trabajaba de manera industrial sobre el mural cuando un periodista del New York World Telegram informó que Diego había insertado una cabeza gigante del comunista Vladimir Lenin, heroicamente representada, en el centro del mural, mientras que había representado al capitalista John D.Rockefeller, con un martín en su mano, en un costado de la escena.
Todavía se pueden escuchar las protestas entre los defensores capitalistas y los de la libre expresión artística en los ámbitos financieros y del arte. Se solicitó a Nelson Rockefeller que interviniera. Habló con Diego y le exigió reemplazar el rostro de la imagen. Rivera, siguiendo sus convicciones artísticas, rehusó hacerlo. Los Rockefellers le pagaron su comisión y lo sacaron del edificio. Meses más tarde, cuando el mural fue derribado a golpes de martillo de la paredes, el pintor John Sloan declaró el acto como “un asesinato premeditado del arte.
Finalmente cuando se reprodujo la pintura en la ciudad de México fue criticada como una de sus peores piezas. No hubiera valido la pena perder su título como el más grande ilusionista de todos ellos.
Sus grandes murales pertenecían ahora al pasado.
En 1932, Diego y Frida volvieron a México para mudarse a su nueva residencia doble de San Angel que él había hecho construir para ellos. La casa azul era la de Frida, conectada por un puente a la roja que sería usada por él como casa taller. Con el advenimiento de la cinematografía, no había más necesidad de murales par enviar mensajes a la gente. En consecuencia, Diego volvió a sus antiguas costumbres. La gente de la sociedad quería Riveras, entonces él les hacía retratos que eran Riveras.
Durante los próximos veinte años, pintó también gente que estaba relacionada a su vida personal como los retratos de Cristina. Una vez más, su arte delató un acercamiento amoroso con la modelo de la pintura. Sólo que esta vez, esta acción fue imperdonable porque Cristina era la hermana de su esposa y la más querida amiga de ella. Al mismo tiempo, continuaba pintando a Frida, quien le demostraba claramente su enfado por sus intensas aventuras amorosas. También pintó a Lupe, su primera mujer, quien estuvo siempre cerca de él por sus dos hijos en común. Ambas mujeres entraron y salieron de la vida y de la casa de Rivera durante muchos años. Lupe y Frida se hicieron amigas y Lupe le enseño a cocinar a Frida para complacer otro de los grandes apetitos de Diego.
Al final de su vida, Diego mostró remordimiento, por la manera en que había tratado a Frida, diciendo: “Si amaba a una mujer, cuánto más la quería, tanto más deseaba herirla. Frida fue sólo la víctima más obvia de este tratamiento repulsivo”. A lo largo de su vida dibujó cientos de caricaturas de sí mismo y pintó veinte autorretratos conocidos, todas representaciones realmente crudas de sí mismo.
León Trotsky era un revolucionario bolchevique y un teórico marxista. Era uno de los tres líderes de la Revolución de Octubre de Rusia. Seguía en segundo lugar a Lenin y estaba sobre Stalin. Cuando Lenin es asesinado en 1924, su muerte deja a Trotsky y a Stalin disputándose la vacante de la posición cumbre de poder. Stalin, siendo el más bárbaro de los dos, se las ingenió para tomar el mando y Trotsky tuvo que salir corriendo para salvar su vida. Escapó a México a los brazos de bienvenida de Diego. Cuando el polvo se asentó, el idealista Rivera estuvo del lado de los marxistas-trotkistas y se puso en contra de Stalin. El 9 de enero de 1937, León y su esposa, se establecieron en la casa de la familia de Frida, que su padre había edificado en Coyoacan. Diego transformó la casa en un pequeño fuerte, con guardias armados para brindarles seguridad mientras estuvieran en México.
Al principio las dos familias pasaban mucho tiempo juntas. Eventualmente, los diferentes puntos de vista de Diego y León sobre qué significaba ser un buen marxista, los separó. León le dijo a Diego que era muy anarquista como para ser un verdadero marxista. Diego le habría respondido que él a su vez era muy traidor como para ser un verdadero amigo. Parece que el descortés León había tenido un tórrido romance con Frida mientras estaba con su esposa como invitados en la casa de los Rivera.
El 24 de mayo de 1940, los comunistas atacaron a tiros la casa pero no pudieron matar a Trotsky. El 21 de agosto de 1940, un stalinista leal lo atacó con un picahielo en el cuello, matándolo instantáneamente. Luego del ataque, Rivera temió por su propia vida, por lo tanto se fue a la Embajada de Estados Unidos de Norteamérica para solicitar asilo. Parece que Diego había sido informante del Departamento de Estado de los Estados Unidos, algo que se supo recién en 1990. Consiguió inmediatamente un salvoconducto para cruzar la frontera y llegó a San Francisco en junio de 1940, en compañía de la famosa estrella de cine Paulette Goddard. Durante seis meses, Diego pintó un mural sobre la Isla del Tesoro, como showman frente a la audiencia. Frida lo visitó en septiembre, mientras iba a Nueva York con un amante que tenía la mitad de su edad. Tiempo después, volvió a San Francisco para casarse de nuevo con Diego el 8 de diciembre, en el 54 aniversario de él. Cuando regresaron a México, el se mudó a la Casa Azul de Coyoacan con Frida.
El resto de la vida de Rivera fue un largo trayecto de tristeza. Frida murió a la edad de cuarenta y siete años el día 13 de julio de 1954, con mucho sufrimiento luego de que le amputaran una pierna. La vida sin Frida no fue buena para Diego. Seis meses más tarde, le diagnosticaron cáncer. Se casa con su representante artística, Emma Hurtado, y sale una larga gira por Europa del este y la Unión Soviética.
A su regreso a la ciudad de México, va al Hotel Del Prado para alterar el famoso mural que había pintado allí en 1947, Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. Los dueños tuvieron que ponerle un telón especial para cubrirlo y por muchos años pudo ser visto sólo a pedido. El 13 de abril de 1956, finalmente pintó sobre las palabras que siempre había rehusado cambiar durante los últimos diez años. “Dios no existe”. El 15 de abril de 1956, convocó a una conferencia de prensa para anunciar a los mexicanos “Soy católico”. Estaba regresando a casa.
El arte moderno se había transformado en imaginería abstracta, y en conjunto carecía de una forma identificable. Los críticos que habían aclamado su arte ahora observaban su pintura ideológica casi con vergüenza de hacerlo. No obstante Diego pintó hasta el final de su vida. Murió a la edad de setenta y un años, pintando en su taller, el 24 de noviembre de 1957.
El trabajo de caballete, hecho en el pasado, es lo más perdurable de las pinturas de Diego. Hoy en día son piezas reconocidas y coleccionables. Muchas se copian y se reproducen en tapas de libros, tarjetas y posters de arte. Sus últimas pinturas fueron de indígenas mexicanos. Los retrató en el movimiento rítmico de su vida diaria. Eran el otro amor consistente de su vida, los verdaderos ciudadanos del paisaje mexicano.
Muchos de los críticos de arte y artistas contemporáneos a Diego Rivera lo consideraron como el mejor artista del siglo XX.